La aceptación es una herramienta realmente poderosa a la hora de avanzar en nuestros estados de conciencia. La resignación, en cambio, está más cercana a la rendición, a la idea de que hay que conformarse con aquello que no nos hace felices, no resuena con nosotros o es imposible de cambiar.
Aceptar implica comprender. Aceptar que hoy llueve, aunque no sea lo más idóneo para nuestros planes, significa saber que la lluvia es parte de la Naturaleza y su ciclo. Resignarse implica sentir dentro de uno mismo que “no se puede luchar contra la lluvia”, pero al no haber comprensión, queremos que las cosas sean diferentes y la lucha se perpetua en nuestro interior, resistiéndonos a la realidad del momento presente.
La aceptación es serena, sabia, tierna, paciente, comprensiva, empática, la resignación es melancólica,  impaciente, desapacible, inquieta y nerviosa.
La aceptación es la expresión de un estado elevado de conciencia, la resignación es la expresión de nuestra personalidad.